CASCADAS DE LAMIÑA, en un valle de Cantabria
Este afluente del Saja se descuelga en varios saltos, un camino precioso
En la densa Reserva del Saja-Nansa, la naturaleza nos regala un rincón singular, que en verano es la gloria y el resto del año una foto de postal. Son las cascadas de Lamiña o de Doña Úrsula. De esos sitios que te da rabia descubrir a la gente. Pero qué se le va a hacer, si contamos cosas y nos gusta el campo…
Por el Valle de Cabuérniga
El paisaje que rodea a esta serie de saltos es espectacular: una vegetación exuberante nos acompaña todo el camino, y en otoño y primavera nos regala buenas setas.
Para llegar a las cascadas de Lamiña, situadas en el precioso Valle de Cabuérniga, tienes dos opciones. Se puede ir desde Cabezón de la Sal -el pueblo natal de Félix Rodríguez de la Fuente- a Ruente, aparcar y caminar a Barcenillas, una encantador pueblo cántabro con edificios de piedra. Y contemplamos una parte de la Reserva Natural del Saja-Besaya.
O puedes hacer una excursión al pueblo de Lamiña, empezando en la Fuente de Arriba, cerca de la iglesia -fuente de agua potable, aprovéchala-. Ambas opciones te llevan al mismo punto, un sendero que nos lleva hacia la montaña por el fondo del valle y nos va descubriendo las cascadas.
De Barcenillas al cartel de las cascadas
Si elegimos empezar desde Barcenillas, empezaremos la caminata por una pista ancha que discurre junto al arroyo del mismo nombre. A nuestro alrededor, una exuberante vegetación de hayas, avellanos, castaños y multitud de arbustos nos acompañan durante todo el camino. Este sendero de dos kilómetros es fácil para senderistas principiantes.
El terreno es llano en buena parte, porque vamos siguiendo el arroyo, y apenas hay desniveles ocasionales, poca cosa. En total sumaremos cien metros. Hablamos de un camino apto para todos los públicos.
Caminando por laderas y junto al río
Tras esta primera parte del camino encontrarás una señal que te indicará el camino a seguir si quieres llegar a las cascadas de Lamiña -o de Doña Úrsula, que también las llaman así-.
La segunda etapa del recorrido es un poco más empinada y en esta senda entre laderas del monte los animales más habituales son las vacas, que pastan libres por terrenos comunales.
Pronto se llega al río, que en algún momento no pasa mucho del metro de anchura y es fácil de saltar.
Cascadas discretas y la de Lamiña
Y seguirás el curso del río, y descubriendo cascadas, dos discretas y una final, la de Lamiña, más llamativa, como cola de caballo de unos seis metros de caída. Muy bonita, envuelta en verde exuberante.
Como imaginarás, el verano no es el momento de venirse aquí si te gusta disfrutar del campo en cierto silencio. Esta época de invierno suave que disfrutamos -o sufrimos- es perfecta para hacer esta excursión.
El regreso puedes hacerlo de nuevo siguiendo el río aguas abajo o por ladera, para tener un paisaje diferente.
En silencio, la magia del bosque es mayor
La reserva de Saja-Nansa es un lugar sensible para muchas especies animales autóctonas del lugar. Nunca sobra pedir que en estas sendas, en las que oirás y tal vez verás pájaros como varias especies de picapinos, al cárabo al caer la tarde, docenas de insectívoros de invierno como petirrojos y lavanderas, evitemos hacer demasiado ruido humano. La excursión gana en magia.
Edición de BE OnLoop con información de TurisCantabria y Escapada Rural