CUIDAR A LAS BABOSAS es bueno para el campo
Las babosas no tienen la buena imagen del caracol, aunque sean tan similares
Sólo se diferencian de los caracoles en que no tienen casa a cuestas, pero… ¿Qué tienen las pobres babosas que tanto nos repelen? Después de todo, están estrechamente relacionadas con los caracoles, de los que nos gustan sus conchas de diseño o lo ricos que están “à la Bourgignon”. Hay que saber más de las babosas, para apreciarlas.
La inexplicable mala prensa de la babosa
Como dice Richard Jones en un portal de la BBC, “a pesar de todos los adjetivos que tenemos a nuestra disposición para describir a estas criaturas suaves, brillantes, húmedas, flexibles, elegantes y tiernas, el único que se le ocurre a la mayoría de la gente es baboso”.
La razón por la que las babosas tienen tan mala imagen es, por desgracia, muy clara: “tienen la temeridad de llevar su baba por fuera, en lugar de por dentro como el resto de nosotros”, en opinión de Jones.
Las babosas, en la cadena alimentaria
Exterminar babosas en nuestros jardines perjudica a los erizos, a sapos y ranas, a varias especies de pájaros de tamaño medio, a mamíferos silvestres como la musaraña o el tejón, y a otros animales que tienen a la babosa en su cadena alimenticia. Hasta las hormigas atacan a las babosas.
Conocer mejor a la babosa
-La babosa pierde agua en su mucosidad cuando camina, y por ello rara vez las verás de día salvo que llueva. Es activa también por la noche, cuando el rocío le facilita la marcha sin fricción contra las superficies.
-Las babosas al parecer son bastante lisas, pero varias especies muestran estrías carnosas en el sentido de la marcha en el lomo. Incluso hay una babosa erizo, Arion intermedius.
-Una curiosidad de la babosa es que aunque es de cuerpo blando, tienen dientes duros. En su boca, la lengua tiene casi 100.000 “dientes” casi imperceptibles.
-Si queremos tener nuestra huerta libre de babosas es mejor dejar circular las más gordas que encontremos, porque en el rastro de su marcha contiene feromonas que envían un mensaje territorial a las babosas jóvenes. Si desaparecen esas huellas, la parcela queda libre para el movimiento de los ejemplares jóvenes sin pretensiones territoriales, y la huerta tendrá más daño en las hojas de lechugas, coles, espinacas y otras plantas.
La babosa: un animal singular
En definitiva, estos invertebrados gasterópodos cumplen su papel en la pirámide ecológica y como especie tienen singularidades.
El diario The Guardian comenta algunas cosas más de la babosa, de las que seleccionamos cuatro:
1. La mayoría de las babosas son carroñeras, lo que puede ser muy útil. Se comen todo ese sustrato de múltiples elementos, lo que conocemos como ‘materia orgánica en descomposición’, que incluye plantas muertas y podridas, restos de hojas, madera fungosa, frutas caídas, desechos animales, hongos tóxicos y el compost podrido. De vez en cuando muerden algunas hojas, pero esto probablemente sea porque están dañadas o enfermas.
2. La gran babosa moteada (Limax maximus), es un voraz depredador. Come caracoles, gusanos y varios tipos de larvas. Y se conocen casos de canibalismo.
3. Aunque no tienen la protección de una concha, como el caracol, las babosas suplen esta desventaja siendo capaces de hacer entrar su cuerpo flexible y resbaloso en cualquier grieta. Esto las convierte en verdaderas criaturas subterráneas. Son capaces de resguardarse hasta un metro bajo tierra.
4. Estos moluscos son además excelentes elementos didácticos para enseñar a los niños las maravillas del mundo natural y los secretos que esconde a un paso sus casa. Al mirar de cerca a las babosas se pueden observar en detalle sus ojos telescópicos y antenas en su cabeza. Descubrir el gran agujero respiratorio al lado derecho de su cuerpo (el pneumostoma) y ver que no son dos simétricos, como nuestra nariz. También admirar cómo se mueven generando ondas los músculos de su abdomen, idealmente a través de un cristal por donde las pongamos a caminar.
Después de todo esto ¿Ya ves a las babosas con mejores ojos?
Edición BE OnLoop con información de The Guardian y Richard Jones