EL MUNDO FELIZ de Javier Ortas
Su estilo inconfundible contagia alegría, casi alegría infantil
Javier Ortas es un pintor que antes que cura fue fraile pajarero, estudiante de ingeniero agrónomo y florista. Su amor por la naturaleza se plasma en muchos de sus cuadros de hoy. Por la naturaleza a secas y por la naturaleza de los entornos sociales, la gente charlando, los niños jugando. Una sociedad que en buena parte sólo existe en los sueños -ahora demasiados niños han cambiado las carreras en la calle por los juegos en una pantalla hundidos en un sofá- y por eso buena parte de su obra nos llama a la nostalgia.
Entrevista a Javier Ortas
Conocimos a Javier Ortas (Madrid, 1966) en la sierra de Cazorla, a sus dieciocho años en un campamento del WWF España. Estudiaba para ingeniero agrónomo, así que estaba en su salsa, envuelto en pinos y arroyos del Guadalquivir temprano. Apasionado de los pájaros -con él vimos en vuelo a la última pareja de quebrantahuesos de Cazorla-, luego trabajó en una finca en México y después en floristería en Madrid, cuando empezó a tomar forma su buena mano con los pinceles y el color.
-¿Es más fácil dibujar un quebrantahuesos en casa que verlo en los Campos de Hernán Perea?
Es más fácil sin duda en casa, pero nada comparable, ni lejanamente, a la experiencia y la emoción del avistamiento real en la naturaleza, allí junto al pico Cabrillas, en el corazón de la Sierra de Cazorla. !Qué bonito recuerdo!
-Artista ¿se nace?, ¿se hace?
Por lo que a mí respecta, el artista nace y el pintor se hace. Yo ahora tengo mucho de los dos, creo.
-¿Nos puede dar una buena noticia del mundo de la ornitología?.
En aquellos tiempos de infancia, algunas especies, como el quebrantahuesos o el águila imperial ibérica, eran muy difíciles de ver por su escasez y su precaria situación. Hoy, afortunadamente, son bastante más numerosas.
Cada cuadro es para el artista como un hijo. No quiero destacar ninguno por encima de los demás… no sea que los otros se enfaden.
-Uno se quita el sombrero cuando surge un artista con estilo propio, que es su caso. ¿Hay inspiración de otros cuando creamos un estilo nuevo?
Yo pinto únicamente con mi imaginación, sin usar ningún modelo (con el mismo método y pureza que los artistas rupestres) y creo que por ello, mi estilo es tan personal y reconocible. Mi trabajo pictórico en consecuencia me refleja como artista y como persona. La inspiración es mi propio impulso, mi necesidad y deseo de expresarme, de crear cada vez un cuadro nuevo.
-¿Sueña escenas antes de pintarlas? ¿Retiene escenas reales que quieren acabar en el lienzo?
Hay un poco de todo, dependiendo de cada obra. Pinto deseos, sentimientos, ideas… A veces están sacadas de vivencias o recuerdos y otras son más inventivas, sin estar ligadas a la realidad que conozco. Para mí, todo impulso o razón para crear un cuadro es igualmente válido y no me pongo límite alguno al generarlo. La realidad es una referencia lejana en mi obra y valoro mucho más lo procesado con mi imaginación, porque me permite expresar mi mundo interior.
-Muchas de sus pinturas sociales nos evocan otros tiempos. ¿Las ha visualizado, son tal vez el mundo como lo querría ver?
En algunas pinturas, sí hay un componente claro del deseo de embellecer un poco este mundo, de mejorar visualmente el entorno social en que vivimos, de luchar con la realidad dura y sombría que tantas veces, nos empequeñece.
La inspiración viene ya en el ADN, pero los viajes y las emociones también cuentan, claro.
-Cuéntenos una historia detrás de un cuadro preferido.
Cada obra es única y exclusiva… Prefiero no desvelar mi historia y que cada observador la interprete y valore a su propia manera.
-Qué pintaría en blanco y negro.
En California y México dibujaba mucho en blanco y negro, con tinta china. Es una buena técnica de trabajo, pero con efectos un poco fríos, a mi parecer. Ahora me resulta impensable privarme del color en mi pintura. Soy un colorista incorregible, sin duda.
-Y ¿qué elementos tendría un cuadro que titulase “Futuro”?
Quiero pensar que sería algo optimista, positivo y lleno de color. Por ahora me niego a pintar y reflejar los pesares del mundo que viene, el cambio climático y demás… Para crear fealdad, pesimismo y provocación ya hay muchos otros autores.
-¿Ha viajado en busca de inspiraciones? ¿Alguna cultura le llama más que otra?
La inspiración, como te dije, viene ya en el ADN, pero los viajes y las emociones también cuentan, claro. Creo que cada país y cada cultura que conocemos nos enriquece. Viví en América y me impregné de su dinamismo y de su alegría, aunque no me atrevo a destacar una por encima de las demás.
-Arde Roma. Salve tus tres cuadros favoritos. Que son…
Cada cuadro es para el artista como un hijo. No quiero destacar ninguno por encima de los demás… no sea que los otros se enfaden.
-Un cuadro suyo de una ortega en suelo, ¿evoca a su Cobeña de infancia, donde avutardas y aguiluchos cenizos?
La infancia está ahí, en muchas de mis pinturas y es indudable que aquellos campos de la estepa cerealista, donde tanto tiempo pasé de niño y de joven, han moldeado en cierto modo mi manera de ser y de sentir. Son campos abiertos, de trigales sin fin, donde la vista se desarrolla buscando, en lo que parece un paisaje tan homogéneo, algo diferente, destacado en la inmensidad. Recuerdo esa sensación de recorrerlos con una mezcla de sensaciones, pero destacaría, entre ellas, el de la soledad.
-¿A qué dedica el tiempo libre, que decía aquel?
Ahora, con gran satisfacción, puedo decir que todo el tiempo es «libre» para mí. Pintar es mi vocación y a ello dedico todo mi tiempo el día de hoy.
-¿Hay mensaje detrás de sus obras?
Cada una habla de una cosa. No hay un denominador común, aunque destacaría el positivismo y el entusiasmo que me producen, al menos a mí, cuando los pinto.
-Evocar naturaleza y escenas provincianas desde el ambiente cardiaco de la gran ciudad ¿es autoflagelación? Gauguin se fue a Polinesia…
Creo que yo me aburriría en una isla de la Polinesia. La Naturaleza y el aire libre siempre están ahí, para el que quiera encontrarlas, incluso cerca de las grandes ciudades. Por suerte, próximos a Madrid hay espacios naturales muy interesantes donde desquitarse un poco de los pesares propios de la gran urbe.
-Viendo sus obras uno piensa que debe de ser usted optimista estructural. ¿Ve siempre el frasco de acuarela medio lleno? ¿o tal vez nos quiere decir que la vida siempre es algo fantástico -o convencernos de ello-?
En realidad no es mi propósito convencer a nadie de nada, nunca. Mi trabajo artístico es reflejo de como soy y cada día que paso junto a mi caballete lo vivo empeñado en pintar lo que me apetece en cada momento, sin pensar en nadie más. Luego, al exponer mis cuadros, quiero que cada uno piense o sienta lo que le parezca… mi labor ya está hecha y la experiencia que cada persona tiene al estar delante de un cuadro es única. Soy consciente de que mi propuesta pictórica va por un camino muy diferente a «lo que se lleva», pero no es algo que me importe en absoluto.
-¿Sigue yendo al campo a ver pájaros?
Claro que sí. Los pájaros, los árboles… la Naturaleza en general me sigue fascinando igual que cuando era niño. A veces tardo en ir al campo porque me obsesiono con mi creación artística, pero al final siempre hago un hueco para una escapada a la Naturaleza.
-Confiese un deseo profesional en el futuro, ahora que no nos oye nadie.
Hasta las paredes oyen… Espero seguir viviendo de mi pintura y siendo feliz como el día de hoy. En el mundo del arte siempre se crece, y vendrá lo que tenga que venir.
Pablo Ramón
Web oficial de Javier Ortas
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