
ESSAOUIRA, la ciudad preciosa del Atlántico de Marruecos
Essaouira es la única ciudad de Marruecos que fue diseñada antes de construida. De ello se encargó el mismo arquitecto que levantó las murallas de Saint-Malo, en el Atlántico de Francia. Fetiche de músicos libertarios como Jimmy Hendrix, Cat Stevens o los Rolling Stones, sus calles hoy combinan la pesca ancestral, el comercio de la medina y un movimiento genial de artesanías y músicas. En Juego de Tronos, Essaouira fue Astapor.
Hemos ido muchas veces a Essaouira. No te aburres de volver, porque como dicen presumidos por aquí, «Essaouira, ça irá» -Essaouira, te irá bien- frente a «Marrakech, arnakech«, juego de palabras en francés para insinuar que Marrakech es un atraco.
Para ser francos… no andan descaminados con lo de Arnakech. Porque el pecado capital del turismo marroquí es el acoso comercial al turista en Marrakech, frente a la calma chill de Essaouira, donde nadie te dirá tres veces que entres a su tienda. Ni tienen un falso primo que vende lo que tú buscas. Porque lo de Marrakech es demasiado, y desde hace ya demasiado tiempo. Y nadie lo ataja.

Una ciudad humana
Llegas a Essaouira y te cambian los biorritmos. El sonido permanente no son las mobylettes sorteando gente y soltando humo, sino las gaviotas. Si no sabes por qué la gaviota reidora se llama así, en Essaouira tienes todas las horas del día para deducirlo. La risa de la reidora es grave, sorda, muy discreta. Y cuando desayunas en la terraza de La Casa del Mar, viendo una playa siempre vacía y preciosa, las gaviotas casi te despeinan, pasan rozando tu cabeza y esa risa jocosa se te queda en la cabeza.
Unas y otras gaviotas van cantando cada una lo suyo. Las argénteas sus agudos con eco, las reidoras su «jo-jo-jo» rápido y sordo.

Bañistas, surfistas y kitesurfistas
También te despeina el viento, que es parte de la ciudad más de la mitad de los días del año. Y por eso su playa enorme de cuatro kilómetros es un hervidero de kitesurfers que se reparten la arena. De aquí a aquí, bañistas, luego surfistas y luego kitesurfistas. No hay conflicto. En Essaouira nunca hay conflicto. Y es muy fácil querer venirse a vivir a esta ciudad amurallada y tranquila.

El diseño de Essaouira en 1766
Essaouira es la única ciudad de Marruecos que primero se dibujó y luego se edificó. Lo hizo en 1766 Théodore Cornut, arquitecto francés que antes diseñó las murallas de Saint-Malo, en Francia. Por eso las calles de esta ciudad costera se cruzan en ángulo recto, como las de Nueva York o el ensanche de Barcelona.
Cornut inició los planos y las obras por petición del sultán Sidi Mohamed ben Abdallah de construir la nueva ciudad de Mogador, el nombre portugués del enclave.
Ese diseño se agradece mucho hoy, porque es comodísimo caminar teniendo las referencias tan claras, con calles paralelas y perpendiculares, imposible perderte, como sí te ocurre en Marrakech y aún más en Fès.


Púrpura para los emperadores de Roma
La historia local es mucho más antigua. Ya los fenicios se establecieron en la actual Essaouira. Y en tiempos de Roma, cuando Volubilis era la ciudad más meridional del Imperio, en los islotes de Mogador, frente al puerto, se estableció una factoría para moler las caracolas del múrice -muy conocidas, pinchudas y con un extremo más largo- que eran la fuente para obtener el tinte de la púrpura para las capas de los notables romanos.
Juego de Tronos tuvo siempre claro que Essaouira sería uno de sus escenarios. Y en la serie, con los necesarios efectos especiales, es Astapor.



El éxodo judío tras la Guerra de los Seis Días
En los años ochenta fueron muchos los europeos que se instalaron para vivir en Essaouira. La ciudad lo merecía, pero es que años antes la Guerra de los Seis Días, con la victoria de Israel, se produjo el gran efecto llamada a todos los judíos del mundo a ir a poblar el nuevo Estado israelí. Cientos de vecinos de Essaouira entonces dejaron sus casas y en los años 70-80 era fácil encontrarlas a precios de Seat 600. Era lo que le faltaba a la ciudad para ser aún más deseada, una caída de los precios de las casas. Y cientos de ellas fueron compradas por europeos.
Uno de ellos fue el danés Frédéric Damgaard, que abrió una galería de arte en 1988 con los cuadros puntillistas de una floreciente pintura autóctona. Conocimos grandes obras de ese movimiento en los años noventa. Hoy la galería Damgaard sigue en la popular plaza de la torre del reloj, que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Aunque personalmente entiendo que se ha separado bastante de la promoción de aquel estilo inicial, tan único.

El Festival Essaouira Gnaoua y Músicas del Mundo
«El Festival Gnaoua» era una deuda, y la he resuelto este mes de junio. Definitivamente, si quieres venir a Essaouira elije mediados de junio, coincidiendo con el Festival. Un gran escenario en la plaza junto al puerto y otro en la playa reciben a artistas nacionales e internacionales de mucho nivel. Hemos estado con Elíades Ochoa, del Buena Vista Social Club, de La Habana. Y con el también cubano El Comité. Y con la brutal belga Selah Sue, un animal de escenario. La hemos escuchado en Spotify y no volveremos a hacerlo, porque la genialidad de esta cantante es la puesta en escena. En estudio… es una leopardo enjaulada.
Y acompañando a un buen puñado de glorias internacionales, muchos grupos de la escena musical de Marruecos y del Mahgreb, más cercanos al estilo Gnaoua que da nombre al festival.
Podríamos pasarnos el día hablando de Essaouira, pero tampoco queremos hacer mucho spoiler. Eso sí, te confieso que he pagado 19€ por el vuelo directo Madrid-Essaouira, y 50 por habitación con desayuno y a 20 metros del infinito mar. Eso se parece mucho a mis vacaciones familiares cuando era niña. Porque el veraneo en Europa actual está por las nubes y masificado hasta el espanto. Y esa es una gran cosa para Essaouira, ser una estrella del veraneo ideal con ambiente chill. Un valor en alza.
Carmen Murillo