
GARZA REAL: un símbolo de equilibrio en la naturaleza
Esencial para los ecosistemas acuáticos, la garza real es un emblema de la biodiversidad en los humedales
La garza real (Ardea cinerea) es una de las aves acuáticas más fascinantes que podemos encontrar en ríos, lagos y marismas de Europa, África y Asia. Con su elegante silueta y su característico vuelo pausado, se ha convertido en un símbolo de los ecosistemas acuáticos. En este artículo, descubriremos más sobre sus características, su comportamiento y su ciclo de vida. Además, conoceremos por qué su conservación es clave para el equilibrio de nuestros ecosistemas.
Características y hábitat: un ave inconfundible
La garza real es una de las especies de garza más reconocibles gracias a su estilizada figura y su distinguido plumaje. Su cuerpo, predominantemente gris, se complementa con detalles negros y blancos en la cabeza y el cuello. Su largo pico amarillo le permite capturar presas con gran precisión. Sus patas, también alargadas, le facilitan desplazarse con gracia por aguas poco profundas.
Esta ave puede alcanzar una altura de hasta un metro y su envergadura alar varía entre 175 y 195 centímetros. Gracias a sus grandes alas, su vuelo es pausado y elegante, permitiéndole desplazarse largas distancias con un esfuerzo mínimo.
¿Dónde vive la garza real?
Su hogar son los humedales: marismas, ríos, lagos y estuarios, tanto de agua dulce como salobre. Aunque prefiere zonas tranquilas y bien conservadas, su gran capacidad de adaptación le permite habitar en áreas cercanas a núcleos urbanos. En estas zonas los recursos son abundantes.
Algunas poblaciones de garza real son sedentarias, permaneciendo en su hábitat durante todo el año. Otras realizan migraciones estacionales, desplazándose hacia zonas más cálidas en invierno. Esta movilidad asegura su supervivencia y demuestra su increíble capacidad de adaptación a diferentes entornos.

Comportamiento y alimentación: el arte de la paciencia
La garza real es una cazadora experta que emplea la paciencia como su mejor aliada. Puede permanecer inmóvil durante largos periodos, observando el agua con gran atención hasta que detecta a su presa. En ese momento, lanza su afilado pico con una velocidad sorprendente, atrapando peces, ranas, insectos y otros pequeños invertebrados.
Aunque su dieta se basa principalmente en peces, su versatilidad le permite alimentarse de diversas especies acuáticas y terrestres. Esto le permite adaptarse a la disponibilidad de alimentos en su entorno.
Además, esta ave tiene hábitos solitarios cuando caza. Sin embargo, en la época de reproducción es común verla en grupos más numerosos. A pesar de su carácter reservado, no es raro encontrarla compartiendo espacio con otras especies en los humedales. Esto refleja su capacidad de convivencia dentro del ecosistema.
Reproducción y ciclo de vida: la vida en comunidad
Aunque la garza real es solitaria en muchas de sus actividades diarias, cuando llega la época de cría su comportamiento cambia. Es entonces cuando se agrupa en colonias, conocidas como garceras. Numerosos ejemplares construyen sus nidos en lo alto de los árboles o en cañaverales seguros.
El proceso de cortejo es fascinante y está lleno de rituales. Durante el cortejo, los machos exhiben su plumaje y realizan movimientos llamativos para atraer a una pareja. Una vez formada la pareja, ambos progenitores trabajan juntos en la construcción del nido. Utilizan ramas y materiales vegetales que encuentran en su entorno.
Cada puesta suele constar de entre tres y cinco huevos, que son incubados por ambos padres durante aproximadamente 25 días. Tras la eclosión, los polluelos dependen de sus progenitores, que se encargan de alimentarlos y protegerlos hasta que son lo suficientemente fuertes para independizarse.
Gracias a esta dedicación y cuidado parental, la garza real asegura la supervivencia de sus crías. Esto fortalece la presencia de su especie en los humedales.

Un tesoro natural que debemos proteger
La garza real no solo es un símbolo de los humedales, sino también una pieza clave en el equilibrio de estos ecosistemas. Su presencia es indicativa de la buena salud ambiental de los espacios que habita, convirtiéndola en un valioso indicador biológico.
Observar a una garza real en su entorno es un privilegio que nos recuerda la importancia de proteger nuestros ríos, lagos y marismas. La conservación de estos espacios naturales no solo garantiza la supervivencia de esta majestuosa ave, sino que también contribuye al bienestar de numerosas especies que dependen de estos hábitats.
Si alguna vez tienes la oportunidad de avistar una garza real, tómate un momento para apreciar su elegancia y serenidad. Cada uno de nosotros puede contribuir a la preservación de estos ecosistemas. Así, aseguramos que futuras generaciones también puedan disfrutar de la belleza de esta ave extraordinaria.
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