
LAGO ROSA, salinas en Senegal
En Senegal, una laguna costera salada luce un color rosa oscuro que se nos hace muy familiar. Es el rosa de las bacterias halófilas, amigas de la sal, que en España ponen color a grandes lagunas saladas como la de Torrevieja con su saturación extrema. Unas aguas en las que sólo los organismos amigos del yodo son capaces de vivir. Es el Lago Rosa, o Rebta en nombre local.
Lo habremos olvidado, pero cuando el Rally París-Dakar era lo que decía su nombre, la etapa final tenía lugar junto a este lago separado del mar por una veta de arena. En 2008 se produjeron amenazas de extremistas contra la carrera, y finalmente el Rally de nombre africano se trasladó a Sudamérica. Donde de paso había más apoyo publicitario.
Junto al Cabo Verde
El lago Rosa -los locales lo llaman Lac Retba– está al norte de la península de Cabo Verde, al noroeste de Senegal, y a media hora en coche de Dakar.
Desde entonces el lago Rebta vive más tranquilo, sin más perturbación que un par de tormentas al año, y cada mañana temprano salen docenas de barcas de suelo plano a rascar la sal de su fondo y sacarla lo más limpia posible, para secarla y empaquetarla.



Recogiendo la sal con palo y pala
El color de las aguas es especialmente rosáceo al final de la estación seca, cuando la evaporación es más fuerte y el agua de la laguna está más espesa en sales. Y no es la sal, sino como deciamos, unas bacterias especialmente resistentes a los elementos halógenos, como el yodo.
Flotando, como en el Mar Muerto
Si un día vienes por aquí podrás experimentar la misma sensación que se tiene al entrar para nadar en el Mar Muerto. Flotarás, porque la densidad en sales es altísima.
En las orillas del lago más alejadas del mar se sucecen las pequeñas parcelas de familias que explotan la sal desde los años setenta. La escena es siempre la misma. junto a la barca, los hombres caminan con el agua hasta el pecho. Y con un bastón largo rompen la sal incrustada en el fondo. Luego cogen la pala y sin remover mucho el agua antes de recogerla y llenar la barca, en la que llega a caber hasta una tonelada. Nos relata muy en primera persona su experiencia Oumou, de Senegal a tus pies.
Las mujeres descargan las barcas
De vuelta a la orilla, las mujeres descargan la sal y la acumulan en la parcela, para que pierda la humedad y se blanquee al sol tropical.

Ellos, que se sumergen durante horas, tienen que protegerse de una salinidad extrema untándose la piel con manteca de karité natural. Y el cobro de la sal empaquetada salva a muchas familias sin expectativas laborales de otro tipo.
La sal es comprada principalmente por las fábricas de conservas de pescado y el resto lo absorbe el mercado nacional.
Edición BE OnLoop