LOS 500 HIJOS DE DIEGO, tortuga gigante de Galápagos

La especie ha pasado de 14 a más de 1.000 ejemplares en 50 años

Las tortugas gigantes de la isla de La Española fueron miles, pero en los años sesenta sólo quedaban 14, y de ellas sólo dos eran machos. Se trajo a individuos de varios zoológicos, entre ellos a Diego, un auténtico latin lover, el más prolífico. Hoy son más de 1.000 los individuos que pueblan la isla, y la especie está a salvo.

Sin pretenderlo, incluso Darwin contribuyó a su desaparición: En 1839 escribió “Vivíamos sólo de carne de tortuga. Cuando la coraza se asa con carne en ella es muy buena. Además, se puede hacer una sopa excelente con las tortugas jóvenes”. Entonces había 200.000 tortugas en las Galápagos.

Buscando machos en los zoos

Diego llegó a La Española procedente del zoo de San Diego -de ahí su nombre-, y llegó con la orden de que “reproduzca hasta que se muera”. Eso era 1977, y es su periodo de cría en cautiverio con su vigor reproductivo excepcional el que salva a la especie de una extinción.

El ecosistema de Galápagos se ha mantenido desde la visita de Darwin / PEXELS – Tomasso Picone

Diego tiene hoy más de 100 años, y ha tenido con multitud de hembras unos 500 hijos -cálculos muy fantasiosos lo elevan a 800, sin fundamento-. Pero el caso es que gracias a ese empeño procreador la especie, Chelonoidis hoodensis, de ha salvado de la extinción. Diego pesa 80 kilos, mide 90 centímetros de largo y si estira patas y cuello llega al metro y medio de altura.

Exitos y fracasos genéticos

Otro macho famoso, localizado por un biólogo en 1972, se llamó Solitario George, pero murió en 2012 sin haber dejado descendencia. La autopsia desveló que tenía un problema fisiológico que le impedía culminar el acto sexual. A la vez que Diego, llegaron al centro del Parque Nacional desde zoológicos por el mundo otros catorce machos. Pero el protagonismo genético lo ha tenido Diego.

Liberación de los machos reproductores

En una foto que acompañamos, del 15 de junio de 2020, el Parque Nacional Galápagos llevó a cabo la liberación de Diego y de esos otros catorce machos que habían sido parte del programa de reproducción que comenzó en los años 60. Todos, que han vivido tantos años en el centro de cría del Parque Nacional en Santa Cruz, eran liberados en la naturaleza, tras los “servicios prestados”, en la deshabitada isla de La Española en la que tantísima familia tienen.

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La herencia de Darwin

Las Islas Galápagos se hicieron famosas por los estudios publicados por Charles Darwin en el XIX sobre su impresionante biodiversidad, generadas por el aislamiento de las especies en ese pequeño archipiélago a modo de paraíso terrenal.

Liberación final de Diego y otros catorce machos, en La Española / PEXELS – Miriam Fischer

El temor a la endogamia de la tortuga gigante

Un artículo de Nicholas Casey publicado en el New York Times en 2017 investiga sobre un temor evidente, y es que todas las crías que estaba generando Diego se parecerían a Diego y al reproducirse entre ellas provocarían que en sí, casi toda la especie hoodensis se parecería a Diego en una locura de endogamia de final incierto.

“Los científicos evolucionistas llaman a este proceso el efecto de cuello de botella; es cuando los genes de los sobrevivientes llegan a dominar el acervo genético mientras las poblaciones repuntan. Eso es particularmente cierto en islas como Española, donde las tortugas de otros linajes no se reproducirán con los familiares de Diego”, afirmaba Casey.

Islas resistentes a las endogamias

El caso es que los expertos en tortugas gigantes tenían posiciones opuestas sobre qué riesgo representaría ese hecho eso para la especie. James P. Gibbs, un profesor de biología de la Universidad Estatal de Nueva York en Siracusa (SUNY), y uno de los grandes expertos en tortugas, llamó a esa endogamia enorme una “zona peligrosa”, en la que la falta de diversidad genética podría acabar con la especie por enfermedades peligrosas. O por cambios en el hábitat a causa del cambio climático que afectasen por igual a todos los miembros.

El autor en un día de campo con la Gerald Durrell Foundation en Isla Mauricio en 1990 / PABLO RAMON

En el XIX eran animales que podían mantenerse vivos durante meses en un barco, lo que las convirtió en suministro infinito de carne para los marinos

Por el otro lado, Linda Cayot, bióloga de Galápagos Conservancy, no estaba de acuerdo. Proponía que “las especies isleñas de las Galápagos tienen una larga historia de verse reducidas a tan solo algunos sobrevivientes que repuntaron sin incidente alguno. Como una población de tortugas gigantes que eligió vivir en la caldera de un volcán. Después de que el volcán hizo erupción hace 100.000 años, las tortugas repuntaron y regresaron a la caldera”.

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“Cada especie vino de un cuello de botella”, dijo Cayot. “Es lo que pasa en las Galápagos”.

El motivo de la casi extinción

El motivo de la casi extinción de las tortugas gigantes en el XIX es que eran animales que podían mantenerse vivas hasta un año en un barco, lo que las convirtió en suministro infinito de carne para los marinos. Metían docenas de ellas en las bodegas e incluso las tiraban vivas al océano si surgían problemas y había que soltar lastre.

Hoy el hecho es que Diego y sus compañeros han conseguido en 50 años la proeza de remontar su especie de aquellos preocupantes doce ejemplares de 1970 a más de dos mil en la actualidad. Y ya no hay tortugas en cautiverio la población está creciendo por sí sola.

Pablo Ramón con información de Galápagos Conservancy y Nicholas Casey

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