MARRUECOS en familia

El país es un parque de atracciones permanente para los más jóvenes

Marruecos es un destino fascinante, especialmente para viajar con niños. El desierto, las playas infinitas, las medinas, los pueblos del Atlas…  Navidad es una época perfecta para quienes prefieren vivirla en paisajes casi bíblicos, recorriendo el país en coche.

El viaje a Marruecos en familia comienza en Tarifa, desde donde tenemos visión de África desde el inicio de la travesía. El fast ferry nos pone en Tánger en cuarenta minutos y comienza una aventura de sabores, aromas y ambientes exóticos. No hay un destino más diferente para el turista español a menos de hora y media de vuelo.

No somos nuevos en la plaza, vivimos cuatro años en Casablanca, recorrimos entonces el país y nos supo tan a poco que cada vez que podemos nos escapamos al sur. En esta ocasión, de Tánger a Tetuán, Meknès, Fès, Rabat, Casablanca, Marrakech, Ouarzazate, Agdz, Zagora y Mhamid, donde acaba el asfalto por el sureste.

3.000 kilómetros en diez días, cruzando las nieves del Atlas, comiendo en jaimas junto al río Drâa. Recorriendo en dromedario las dunas del sur, durmiendo en una kasbah del siglo XVI. En otros viajes hemos comido centollos asados en la playa de Oualidia a 2 euros la pieza, nos hemos rebozado en las arenas de las dunas de Merzouga, vivido con las mujeres del aceite de argán su experiencia feminista y ecológica. Cada itinerario en Marruecos es una aventura, para los niños un auténtico parque de atracciones.

Entrando en el puerto de Tánger

A los que conocemos bien Marruecos nos encanta este país en el que se venera a los niños y se respeta a los mayores, gente generosa que te da lo que no tiene. Aquí, como en buena parte de los países de culto musulmán, están visibles todos estos gestos de amabilidad que son preceptos del Corán, y que en esencia coinciden con los de la Biblia y el conjunto de las religiones en la búsqueda del respeto al prójimo, los valores de la familia, la admiración por los ancianos, sabios de la vida.

Desayuno en Tánger / PABLO RAMON

Tánger es fantástica salvo en el puesto fronterizo. Lo que menos nos gusta de Marruecos, con diferencia, es el tedioso paso del puerto de Tánger. El de Ceuta a suelo marroquí no es mejor. Pasado el rato de papeles, pasaportes y sellos -nunca dejéis vuestra documentación a ninguno de los «voluntarios» que trapichean con los policías para adelantarte en la cola cuando la hay-, dejar atrás la verja del puerto es un alivio. Ahora sí estamos en Tánger la que apetece. Subimos a la zona alta de la medina, para ver la costa, el puerto… y las arenas de Cádiz, y hasta Sierra Nevada si no hay calima. La medina es animada, cómo no. Hemos escogido el coqueto riad Dar Slama, un espacio de diseño art-déco en una gran casa con patio. Y bajamos a cenar al restaurante Hammadi, una gozada de cocina en un ambiente cien por cien marroquí de antaño en el que Alvaro, Gonzalo y Javier tocaron como pudieron laúd y pandero con el grupo musical tradicional que ameniza la sala.

Tetuán, la más española

Tras un desayuno inmenso en Dar Slama, hacemos unas compras y vamos camino de Tetuán y su medina, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La sorpresa más agradable de esta medina es el hotelito Blanco Riad, gestionado por una pareja española. Patio interior con fuente susurrante, habitaciones cuidadas, buena cocina. El ambiente de la medina es sorprendente, y hasta bien entrada la noche hay vida en sus calles. El legado español es todavía muy visible en Tetuán. «Barbería», «Teatro Español», «Centro de Arte Moderno de Tetuán», «Mercería» y muchos otros carteles se suceden durante el paseo. Recorrer los puestos y comercios de la medina a la caída de la tarde es un camino entre aromas y colores, y un té a la menta nos espera en el hotel.

Rabat, la ciudad imperial

La autopista nos pone pronto en Rabat, pasando por las marismas de Moulay Bouselham, donde años atrás compramos angulas a cuarenta euros el kilo y vimos a los mariscadores recoger almejas en marea baja.

Rabat es la ciudad más cuidada del reino, por ser sede habitual del rey y del Parlamento. Siempre recordaré la boda de Mohamed VI, una ceremonia impresionante que tuve el privilegio de contemplar. La ciudad concentra su interés en la medina, la Kasbah de los Ouddayas, el Mausoleo de Mohammed V y el paseo del Parlamento, en el que se impone por ejemplo una cerveza Casablanca y unos cacahuetes tostados en la terraza del hotel Balima, tal vez el rincón más agradable del centro urbano. En la preciosa Kasbah de los Ouddayas, sobre el acantilado que cae sobre la ría, el lugar mágico es el Café Arabe, donde todo el mundo consume exclusivamente té a la menta y pastelitos típicos.

Al caer la tarde vamos al hotel más tranquilo de la ciudad, Villa Mandarine, un inmenso jardín de naranjos y apenas treinta habitaciones en dos alturas, regentado por una familia francesa. El restaurante es desde hace tiempo el mejor de la ciudad y tememos un clavo monumental para la cena, pero echamos un vistazo a la carta y descubrimos una carta divina y muy abordable, así que la noche fue un dejarse mimar en esta sala preciosa con vistas a los jardines iluminados. Decididamente éste es uno de los mejores hoteles de Marruecos. Y no le hace falta subir a cinco estrellas, me refiero al gusto de una partida de billar en una sala preciosa, a su bar, piel de cebra en la pared y ambiente de safari, a un paseo por el jardín de buena mañana. En el desayuno nos visitan los pavos reales. ¿Quién da más?

Casablanca

El cuarto día seguimos hacia el sur por la costa. Uno que ha vivido años en la gran capital económica no comparte el chascarrillo de que Casablanca es la ciudad más fea de Marruecos. Quien diga eso no ha recorrido la inmensa Corniche –el paseo marítimo que comienza donde la Gran Mezquita, frente a un Atlántico precioso–. Ni el Mercado de Habbous, con todas las artesanías del país, ni el souk de las aceitunas, escondido tras una gran puerta de arco de medio punto, donde cientos de barriles de aceitunas nos sorprenden en un patio con olivos, cómo no: rellenas de ajo, de almendra, picantes de harissa o perfumadas de especias mil. Y la medina es ideal para las compras de ropa. Buenos pantalones y camisas por 12 euros. O la famosa tienda de Mustaphá, a cien metros de la Torre del Reloj, y en la que fueron sorprendidos Victor Manuel y Ana Belén comprando bolsos de marca plagiados. Y es que los artesanos de esta tienda te hacen una réplica perfecta de lo que pidas en menos de 24 horas. Se dice que reciben los catálogos de las marcas de lujo antes que los distribuidores oficiales.

Buscando antigüedades en el Mercado Central de Casablanca / PABLO RAMON

A mediodía, Álvaro, Javier y Gonzalo regresan al Mercado Central, donde íbamos a comprar cuando su primera infancia. Miel de abejas en panal, pescados impresionantes -pequeños tiburones, grandes cabezas de pez espada-. Y ostras de Oualidia a un euro, que nos zampamos así, directamente en los puestos. Cuántos recuerdos. Con ellos arrancamos hacia Marrakech, que para los críos es todo un circo urbano.

Marrakech, la ciudad de la Plaza

Sigue siendo el plato fuerte del viaje a Marruecos. Qué poco ha cambiado la gran plaza en tantos años. Viva, incesante, inagotable, con sus ambientes de mañana, tarde y noche. Nosotros nos quedamos con el ambiente de la noche. Confieso que ha sido en este viaje la primera vez que nos hemos animado a cenar en los puestos populares, en esta ocasión hemos empezado por los de pescado. Rape, acedías y calamares traídos cada mañana de Essaouira, la ciudad costera. Hemos comido caracoles y habas cocidas, como miles de jóvenes y familias marroquíes hacen aquí cada día. Y repetiremos desde ahora cada vez que volvamos. Divinos zumos de naranja de tercio de litro, exprimidos delante de ti, por medio euro, has leído bien.

Cenando pescado fresco de Essaouira en el puesto 98 de la Plaza Jema-El-Fnà, en Marrakech / PABLO RAMON

Tras el festín regresamos a nuestro refugio en la medina, que esta vez es el Riad de la Belle Époque, un capricho abordable, de propiedad española. Cada habitación lleva el nombre de una mujer de la historia. Isadora Duncan y Karen Blixen son las escogidas para esta noche de paso. De paso porque seguiremos camino del sur, mañana, tras un desayuno en la terraza, con vistas al marasmo de tejados de la medina y, a lo lejos, a la Koutoubía.

Si es tu primera visita de Marrakech deberás fichar en el Jardín Majorelle, el Museo de Marrakech con la medersa –escuela coránica, del XVII- y por supuesto el callejeo interminable por la inmensa medina cubierta.

En busca de la nieve y del desierto

Nieve, porque nos toca pasar el puerto de Tichka, con 2.260 metros y a menudo cerrado en enero y febrero por acúmulo de manto blanco. En Marruecos hay dos estaciones de esquí, Oukaimeden e Ifrane (Michlifen), pero desaconsejamos el intento, necesitan modernizar instalaciones, hoy por hoy no son estaciones seguras en caso de accidente y en general resultan caóticas. Nosotros remontamos el Atlas para descender hacia Ouarzazate, la ciudad del cine, donde se han rodado Gladiator, Astérix y Obélix y muchas otras películas de éxito.

Poco antes de Ouarzazate cruzamos el río Drâa como podemos para visitar la imponente kasbah de Aït Ben Haddou, en la que se rodó Lawrence de Arabia o escenas de Juego de Tronos. Con tanta evocación cinematográfica hemos decidido ir al mismo hotel con encanto que antes han elegido Angelina Jolie y Brad Pitt con sus hijos, Cate Blanchett o Ridley Scott, y que es la antigua casa del pachá El Glaoui, un edificio en adobe, del siglo XVII, en el corazón de la vieja Kasbah de Taourirt. También de gerencia española. Dar Kamar, «La casa de la Luna» en árabe, en la que nos recibe el más que amable Mohamed con su perfecto castellano. Son momentos mágicos en este precioso hotelito la caída de la noche tomando algo en su terraza, y el desayuno al amanecer, cuando los gallos multiplican su canto, como los mohecines, y las palmeras que dibuja el curso del Drâa se iluminan con el sol.

En Ouarzazate merecen la pena los estudios de cine, que se visitan, y las tiendas de artesanía y el Museo del Cine, ambos frente a la gran Kasbah de Taourirt, a pie desde el hotel. Nuestra segunda opción de hotel era Dar Daïf, otra maravilla, que es además el mejor especialista de excursiones y trekkings de Marruecos.

Siguiendo al río Drâa

El desayuno del 1 de enero lo fue en el templete en altura que domina las cabañas, el río, una gran kasbah lejana reflejada en el agua y la emblemática montaña de Agdz –que vemos varias veces en Astérix y Obélix, Misión Cleopatra–. Juan Antonio, el propietario, nos lleva al mediodía a visitar las ruinas de la antigua mezquita del enclave urbano de hace un siglo en ese oasis. Y seguimos camino a Zagora en busca de las arenas de Mahmid, el desierto de arena.

Y seguimos la traza de los oasis del río Drâa en busca del gran desierto. Porque Ouarzazate es la puerta del desierto, pero no del de arena, sino del de piedras, la hamada. Es 31 de diciembre y vamos a celebrar las campanadas a la manera que se pueda, en el hotel Hara Oasis, en Agdz, también propiedad de un español. Llegamos casi a las cero horas marroquíes, pero la clientela era española y han celebrado las uvas a la hora de la Puerta del Sol, así que para nosotros, que llegamos tarde y llevamos botellas de cava para todos, decidieron tocar panderos a ritmo de campanadas a las cero horas locales. Nuestras campanadas de Fin de Año más inolvidables, con uvas pasas y en un hotel de cabañas perdido en un oasis del río Dräa.

Jugando al fútbol con chavales de Zagora, en un alto camino al desierto / PABLO RAMON

Por el camino se impone parada en Zagora para comer en el agradabilísimo y barato Hotel Kasbah Sirocco mientras los niños del pueblo recogen dátiles en las palmeras, y para hacer unas compras de cerámica verde de Tamegroute, nuestra favorita en Marruecos.

El desierto de Mhamid-Oulad Driss

Cruzamos el desierto de hamada por carretera. Soledades inmensas y pequeñas aldeas de adobe salpicadas muy de cuando en cuando por el paisaje hasta donde la vista alcanza. Juan Antonio tiene otro hotel en una aldea antes de Oulad Driss, el último núcelo habitado previo a Mhamid, donde el asfalto se acaba. Casa Juan Sahara es un fantástico refugio para descubrir la zona. Un hotel rural de adobe con todas las comodidades. Visitamos Oulad Driss, recorremos su kasbah subterránea, en la que la luz entra apenas por las callejas cubiertas que como pasillos frescos recorren la aldea. Nos cruzamos en esta oscuridad con vecinas hilando, niños corriendo, y llegamos a una gran casa que con un patio interior ofrece comidas. No nos esperaban, Juan Antonio no avisó de que íbamos con él, y la familia decide que el cuscús que acaban de hacer para ellos va a ser para nosotros. Imposible evitarlo, de nuevo la profunda cordialidad de las gentes más humildes del país, su precioso cuscús apareció en nuestra mesa.

Paseo en dromedarios por las primeras dunas del desierto de Mahmid, en Oulay Driss / PABLO RAMON

El final de la tarde va a ser para un bautismo del desierto, con dromedarios. Estas dunas de Mhamid que comienzan en Oulad Driss, son preciosas, porque si bien las de Merzouga son impresionantes, por ser un verdadero mar de dunas infinito, éstas de Mhamid se alternan con grupos de palmeras, dando al paisaje un halo de cuento, las manidas Mil y Una Noches me vienen a la mente, de hecho así se llama el albergue en el que cogemos los dromedarios. Aquí no me daría pánico perderme, tenemos dátiles al alcance de la mano.

Por esta vez terminamos el periplo familiar y regresamos de nuevo vía Tánger. Pero si los días y el presupuesto lo hubiesen permitido habríamos seguido las faldas del sur del Atlas hasta Agadir, para recorrer la bellísima costa atlántica hasta Essaouira, nuestra ciudad-fetiche, amurallada, por el mismo arquitecto que construyó La Rochelle, en Francia, y subiríamos hasta Oualidia, tal vez la mejor playa de Marruecos para el baño, protegida del oleaje por dos grandes islotes y en la que la ría aporta el agua templada cuando la marea baja. Y subiríamos al Toubkal, la segunda montaña más alta de África.

Volveremos, porque Marruecos es un universo exótico y amable que en nuestro caso y en fechas navideñas han venido muy bien a nuestros hijos, incluso para jugar al fútbol con niños en el desierto, la mitad descalzos pero con la sonrisa fácil que es parte del paisaje humano del país.

Pablo RAMON

Marruecos en Familia: guía práctica

Cómo llegar. Si vivimos en el sur peninsular es mejor bajar a Tánger en coche propio y cruzar en ferry que aparcar en Tarifa y alquilar coche en Tánger. Madrid y Barcelona tienen a veces vuelos semanales directos a Tánger. A veces los tiene también a Fès. Otros aeropuertos tienen vuelos ocasionales incluso a Fès -además de Casablanca y Marrakech, claro-.

Para cruzar el estrecho, la opción más cómoda, con diferencia, es el fast ferry de FRS Tarifa-Tánger en 40 minutos. www.frs.es

Consejos durante el viaje. En carretera. En coche no superes los límites de velocidad, disfrutarás más del paisaje y evitarás multas por radar. Si te para la Policía de Tráfico sé cordial, porque ellos también suelen serlo. Evita conducir por la noche, porque a menudo circulan carros tirados por animales, motos e incluso coches sin luces. Si tienes que circular de noche, al menos no corras y pon atención. Hay autopistas por todo el país, de Tánger a Agadir, pasando por Rabat, Casablanca y Marrakech, de Casablanca a Fès.

Las compras. Si en las compras y paseos por las medinas no te interesa lo que te ofrecen comerciantes y vendedores ambulantes te aconsejamos decir con una sonrisa «lá, lá, shucrán» (no, no, gracias) y la insistencia en una venta será mucho más breve. En general nunca quieras regatear más del 50%. En cualquier caso, si haces amago de marcharte sin comprar e insisten será señal de que el precio que ofrecías es aceptable. Pero siempre aconsejamos ser dignos con los comerciantes.

Comer y beber. La comida en Marruecos es ecológica sin pretenderlo. Todo tiene más sabor, las frutas maduradas al sol y las carnes, o los pescados, que tienen que ser muy frescos porque no se usan los conservantes. Pero bebe sólo agua embotellada, y las ensaladas de lechuga pídelas sólo si el local que las sirve te parece limpio, especialmente en pueblos y pequeñas ciudades. Recuerda que muchos restaurantes no sirven alcohol. Pregunta antes, si es un detalle importante para ti. A veces una comida sin un buen vino no es lo mismo, y en Marruecos hay vinos magníficos (de Meknés, Boulaouane…). Los caracoles en puestos ambulantes, o las habas hervidas, están divinos, si te gustan. Y los zumos de naranja son fantásticos y baratísimos, pero serán mejores si puedes evitar los cubos de hielo.

La seguridad. Marruecos es un país mucho más seguro que Europa en general para el viajero. Entre otras cosas porque la cultura islámica promueve la acogida del prójimo y condena especialmente el robo o la violencia. Pero también porque quien roba o agrede se expone a sanciones muy severas. Podríamos resumirlo burdamente en que mientras en España el ladrón común delinque y suele salir de comisaría tantas veces como entra mientras se trate de hurtos, en Marruecos entra pero desconoce cuándo volverá a pisar la calle, de modo que tiene que pensárselo dos veces.

En cualquier caso, como en cualquier lugar del mundo, siempre se recomienda no hacer ostentación de joyas ni dejarse el coche aparcado con artículos de valor a la vista, o sea, las precauciones del sentido común. En cuanto a las leyendas urbanas sobre el respeto a la mujer, por las calles y medinas de Marruecos una mujer no recibe más ni menos miradas agradables o desagradables que por las calles de España. Allí como aquí es una cuestión de cultura –o incultura– mediterránea y de atuendo. Si no quieres sentirte molesta evita un escote exagerado o un short que deja al aire media nalga.

Una agencia de viajes. Si quieres servicios de una agencia de viajes en castellano y con todas las garantías, habitual de los operadores españoles, Visit Morocco. www.visitmorocco.ma

Dónde dormir en Marruecos

En TángerDar Slama. Un auténtico hotel-boutique en la zona más tranquila de la medina alta. Desde 100€ la doble con desayunos.

En TetuánHotel Blanco Riad. Todo el personal habla castellano. Buen restaurante con menú por 16€. Desde 60€ la doble con desayunos. Genial su propuesta EL TIEMPO ENTRE COSTURAS, con 3 días/2 noches, visita guiada de la medina (Patrimonio de la Humanidad), desayunos y meriendas incluidos para 2 por 175€.

En RabatVilla Mandarine. Precioso jardín-hotel en el barrio de las embajadas. Tiene el mejor restaurante de la capital (estrella Michelín) y a precio abordable. Es el hotel mejor valorado de la ciudad. Desde 210€ la habitación doble con desayunos.

En MarrakechRiad de la Belle Époque. Coqueto riad típico de la medina, a quince minutos de la plaza, a pie. Muy bien decorado por una pareja española. Entre los riads mejor valorados de Marrakech. Desde 80€ la doble con desayunos.

En Ouarzazate. Dar Kamar. Uno de los pequeños hoteles con más magia de Marruecos. Todo en adobe y palmera, muy romántico. Habitual de grandes actores de Hollywood cuando ruedan aquí. Se habla castellano. Desde 60€ la doble con desayunos.

Dar Daïf, a las afueras de la ciudad, es una gran casa rehabilitada en una kasbah de adobe. Habitación individual por 50€. Dobles desde 70€ desayunos incluidos. Muy buena cocina bereber. Son también la agencia de viajes de aventura Désert et Montagne. Organizan trekkings de todo tipo, desde una semana hasta de 4 meses entre el Mediterráneo y la frontera de Mauritania. Tal vez la agencia más recomendable de Marruecos. Muy comprometidos con el desarrollo local. Zineb Boutkoum, que codirige la agencia, fue la primera mujer guía de montaña del país. Organizan trekkings originales como uno reservado a mujeres recorriendo los pueblos del Atlas y los talleres de artesanías.

En Agdz. Lodge Hara Oasis. Alucinante escenario, en un oasis junto al río Drâa. Desde 70€ el bungalow para 2, con desayunos.

En ZagoraKasbah Sirocco. Gilles y Brigitte regentan este hotel barato y agradabilísimo, en el palmeral. Piscina para adultos y para niños bajo las palmeras. Desde 50€ la doble con desayunos. 70€ en media pensión para dos. Menú por unos 15€.

En TagouniteCasa Juan Sahara. En medio de preciosas dunas y palmerales, cerca de Ouled Driss. Desde 70€ la doble con desayunos.

En las dunas de Oulad Driss-Mhamid. Les Étoiles du Désert. A dos minutos en coche desde la carretera, en el silencio absoluto del desierto y con la amabilidad de un guía como Jamal. Un alojamiento barato, agradable y auténtico, con dromedarios propios.

En las dunas de MerzougaDar el Janoub. Precioso hotel de bungalows y jardín frente a la gran duna, regentado por un italo-español. Buena cocina marroquí y trato personal inmejorable. La opción favorita en Merzouga. Desde 106€ en media pensión la habitación para dos. Niños en cama supletoria, 50% del precio por adulto.

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