MOSCAS que incorporan genes de las plantas que comen
50 genes "robados" por la mosca blanca a la planta huésped, un récord
Lo de «somos lo que comemos» se lo han tomado al pie de la letra las moscas blancas del algodón (Bemisia tabaci). Han incorporado al genoma de su cuerpo nada menos que 50 genes de las plantas que comen. Eso explica que sean una plaga muy resistente a los plaguicidas naturales. Y es que las defensas químicas de esas plantas contra ellas ya apenas les afectan. Otra frase hecha, en boca de los agricultores: «Howston, tenemos un problema».
Este volumen de genes que pasan de la planta al animal –secuestro genético o transferencia genética horizontal lo llaman los científicos- supera mucho lo que se conocía hasta ahora en los insectos. Y obliga a encontrar a nuevas formas de controlar esta importante plaga de los cultivos de frutas y verduras.
Un problema de 35 millones de años
En realidad hace 35 millones de años que un gen que llamamos de autodefensa pasó de un vegetal a una mosca que se la comía habitualmente. Es por ello que ahora hablamos de una plaga inmune a la lucha con pesticidas naturales. La planta se defiende utilizando recursos químicos que la mosca ya ha hecho suyos, así que la plaga es inmune. Este paso de ADN no a las plantas siguientes, sino a una especie del entorno, es el primer caso de traspaso genético horizontal que se conoce entre un vegetal y un animal, y que sigue evolucionando para bien del animal.
Los agricultores tienen dos opciones, rotar los cultivos, para que las moscas no se instalen de forma perenne o quemar todos los restos vegetales tras cada cosecha única anual
Cuando el ADN se transmite entre ramas distintas del árbol de la vida y no entre un nivel y otro, se denomina transferencia genética horizontal. Y siendo un fenómeno habitual entre microorganismos, es muy raro en células de plantas o animales.
Secuestros genéticos de siglos o rápidos
Esa apropiación o secuestro genético puede ser durante miles de años o de maneras mucho más contundentes. La bióloga estadounidense Lynn Margulis lo ilustró con un ejemplo claro: “Es como saltar a una piscina, entrar con los ojos marrones y salir con los ojos azules, sólo porque has tragado agua”.
Contra la plaga, rotación de cultivos y fuego
Para combatir la plaga sin arruinarse comprando pesticidas químicos que además perjudican al entorno, los agricultores tienen dos opciones. Una es rotar los cultivos, para que las moscas no se instalen de forma perenne en la parcela. Otra es rastrillar completamente el campo de cultivo tras una cosecha única anual y quemar todos los restos vegetales secos para que no quede rastro.
Una medida complementaria es instalar trampas de color amarillo y superficie pegajosa, que elimina a parte de las moscas y nos informa sobre la intensidad de la plaga.
Edición BE OnLoop