NEIVA GUEDES, científica del Guacamayo Jacinto
Neiva Guedes, bióloga brasileña, trabaja por la preservación del guacamayo jacinto, o azul –Anodorhynchus hyacinthinus-. Y está en el salón de la fama de ONU Mujeres desde hace un año. Sus estudios la llevaron a fundar el Instituto Arara Azul, una entidad que desarrolla técnicas para crear nidos artificiales para salvar a la especie. Neiva sensibiliza a la población en favor del ave desde hace más de treinta años. El jacinto salió de la lista de la extinción en 2014.
Neiva es bióloga por la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, hizo un máster en ciencias forestales y un doctorado. Al principio quería dedicarse a la medicina, pero cuando su padre falleció tuvo que enfrentarse a otra realidad. “Empecé a hacer biología porque era la única carrera que me permitía trabajar de día y estudiar de noche”, explica en una entrevista con Universa UOL.
Una lucha contra la extinción
Guedes se estaba especializando en conservación de la naturaleza cuando en una salida de campo encontró un árbol seco con guacamayos jacinto. De esa escena han pasado treinta años largos y entonces un profesor le aseguró que la especie estaba condenada a la extinción. A Neiva aquella frase le impresionó, y se prometió comenzar una cruzada personal para que tal cosa no ocurriese.
El Instituto Arara Azul
En 2014, tras dos décadas recabando datos sobre la especie y su entorno, la bióloga creó el Instituto Arara Azul. “En la época no existía ningún método de estudio. Allí estaba yo, una mujer en Pantanal, sin ser de allí y construyendo los métodos de trabajo. Porque no había otra referencia disponible en el mundo”, afirma.
Desarrolló técnicas para crear nidos artificiales para que se reprodujesen. Buena parte de su tiempo lo dedicó también a sensibilizar a la población local contra la captura ilegal del guacamayo jacinto para el comercio de especies buscadas por zoológicos y tiendas de mascotas en todo el mundo.
Cartografiando sin medio de transporte
Neiva cartografió los nidos en el Pantanal. Para llegar a eso tuvo que solventar un primer obstáculo. Era 1990 y no disponía de transporte para moverse por la región. Hizo autostop en zonas solitarias, aprovechó tractores y caballos que le brindaron. Pidió ayuda a las marcas de de coches, pero no hubo apoyo por su parte. Hasta que un día dio una conferencia y un ingeniero de Toyota conoció su situación y movió hilos en la empresa. Le dieron un coche de pruebas para trabajar durante un año. “Me convertí en conductora de pruebas de Toyota en el Pantanal”.
Sola en el Pantanal durante años
Otro inmenso freno a sus investigaciones fueron la falta de ayuda financiera y la falta de personal para el arranque del proyecto. La falta de personal de campo obligó a Neiva a permanecer en el Pantanal incluso durante sus embarazos. “Me quedé embarazada y no tenía un sustituto en el trabajo. Tuve que ir al campo hasta en gestación de seis meses, para entrenar a un biólogo, y acabé con una infección por garrapatas. Perdí a mi primer hijo, y fue traumático. Pero tuve que volver. Y volví a quedarme embarazada, y de nuevo acabó de nuevo mal porque tuve dengue”. Más tarde, Neiva tuvo una niña, prematura, pero que hoy tiene veinte años. Las pérdidas personales fueron así de dolorosas, pero no alejaron a la investigadora de su trabajo con los guacamayos jacinto.
Nidos artificiales
Un problema mayor que afronta la especie es la falta de nidos. El guacamayo jacinto sólo anida en huecos en los árboles y los agranda. Esa costumbre innata deja a los ejemplares, en el bosque de hoy, con opciones limitadas, porque grandes árboles y con huecos no son muchos, tras años de saca de las empresas madereras.
Por ello Neiva creó nidos artificiales, que fueron bien aceptados por los guacamayos. Instalaron casi 500. Y desde 2014 el Instituto lleva a cabo una intensa labor de educación medioambiental. “Cuanto más conocimiento demos a la población, más gente acabará siendo simpatizante del proyecto”, comenta.
El reconocimiento internacional
La visibilidad internacional de su trabajo tuvo un origen sorprendente. No fueron sus años de esfuerzo lo que directamente la hizo relevante a nivel público. La visibilidad llegó después de que fuera homenajeada por Maurício de Souza, un ilustrador muy famoso en Brasil -Turma da Mônica (La pandilla de Mónica)-. La imagen de Neiva dibujada como un personaje de cómic con un guacamayo jacinto en sus manos se hizo viral. La bola de nieve llevó a la científica a recibir la noticia de su entrada en el salón de la fama de ONU Mujeres en 2021. Ahora sí, su trabajo ha saltado fronteras.
Las amenazas del guacamayo jacinto hoy
El trabajo de su vida ha sido reconocido, pero Neiva advierte de los riesgos a los que todavía se enfrenta el guacamayo jacinto. Los incendios forestales, la falta de financiación para investigación, los cambios del clima en Brasil y en países vecinos que también tienen alguna población del ave. Y la amenaza más grave es la falta de políticas de protección de la fauna, en general, porque hablamos de ecosistemas completos afectados por esa lista de amenazas.
Un guacamayo de alimentación específica
Neiva lo detalla en su entrevista con Universia: “Los guacamayos jacinto son una especie más frágil porque los otros guacamayos grandes comen semillas y frutas en general. Comen alimentos diversificados. Pero el guacamayo jacinto sólo come coco y nueces de bocaiuva”.
El guacamayo jacinto fue retirado de la lista de especies en peligro de extinción en 2014. Eso fue una victoria personal de Neiva por su labor incansable. Pero apenas ocho años después hay que reevaluar la situación tras unos años terribles de sequías e incendios en los bosques en los que vive la especie.
Tanto el Instituto Arara Azul como otros proyectos de investigación en Brasil necesitan reconocimiento por la administración pública, por las empresas importantes, e inversión para llevarlas a cabo. Neiva sigue al pie del cañón por el futuro de esta ave fantástica.
Edición BE OnLoop sobre entrevista de Universa UOL e Instituto Arara Azul