SONIDOS Y OLORES DEL CAMPO, protegidos por ley en Francia

El gallo Maurice, de la isla de OIéron, ya ganó su batalla en 2019

Los sonidos del campo y el olor rural han sido reconocidos en Francia como «patrimonio sensorial» y desde ahora están protegidos por ley.

Hace años, un nuevo vecino de un pequeño pueblo de Burgos, llegado de la ciudad, protestó por el sonido de las campanas de la iglesia, y terminó denunciando al párroco… y perdiendo. La iglesia ya existía cuando él compró su piso, así que lo hizo sabiendo las condiciones ambientales de su nueva propiedad.

Respetar el entorno al que se llega

La evolución social, incluso en los pueblos, ha hecho que los vecinos que crían gallinas, tienen un cerdo en el patio o un abrevadero de ovejas detrás de su casa, sean cada vez menos.

Pero siguiendo el caso de las campanas de la iglesia, esos usos y costumbres son ancestrales y Francia lo ha sentenciado ante la menor duda: prevalecen los usos y costumbres históricos. Los sonidos y olores del campo son patrimonio.

Las aves huelen mal allí donde se agrupan, y dejan un fuerte olor característico / PEXELS – María Orlova

La nueva ley da libertad legal a los gallos para cacarear, las campanas pueden sonar, las ovejas pueden cruzar el pueblo y el estiércol puede apestar. El Parlamento francés ha aprobado proteger el «patrimonio sensorial del campo», y lo ha hecho con el voto unánime del Senado.

Sonidos y olores, patrimonio común de la nación

Detrás del proyecto de ley ha estado el diputado de Lozère Pierre Morel-A-L’Huissier, feliz de dar a los ruidos y olores del campo el estatus de patrimonio común de la nación.

En Francia, el caso más conocido fue el del gallo Maurice de Île d’Oléron, que en 2019 fue el centro de un conflicto legal con vecinos que se quejaban de su canto mañanero

Como nuestro caso de las campanas del pueblo de Burgos, en los últimos diez años se han presentado en Francia más de 18.000 demandas por ruido y olores propios del campo. Es probable que estas disputas aumenten aún más debido al creciente desplazamiento de los ciudadanos hacia el campo.

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El juicio al gallo Maurice

Para los franceses el caso más conocido fue el gallo Maurice de Ile d’Oléron, que en 2019 estuvo en el centro de un conflicto legal, promovido por vecinos que se quejaban de su canto mañanero. Sus dueños pueden estar tranquilos, y es que el canto de su gallo es ahora, de alguna manera, patrimonio nacional. Porque el gallo, un símbolo de Francia, se había convertido en un símbolo de la cultura rural amenazada, un exponente de los sonidos del campo en peligro de desaparecer.

Los entornos rurales tradicionales son como son, y los neorurales deben adaptarse a él / PEXELS – Mirko Fabián

La nueva ley es un alivio para muchos habitantes de zonas rurales, que desean ver protegidas sus especificidades locales.

Gallos, ranas y campanas de la discordia

Muchas veces los neorurales se quejan de la contaminación acústica de la vida en el campo. Una pareja que vive en Grignols, en la región del Périgord, fue obligada a rellenar su estanque tras nueve años de batallas judiciales: atraía a numerosas ranas, que los vecinos consideraban demasiado ruidosas.

En Astaffort, un pueblo de 2.000 habitantes en Lot-et-Garonne, la noticia ha sido muy bien acogida por los habitantes. José Sousa, de France Info, recoge su testimonio: «Es nuestra imagen, nuestra vida, nuestro pasado y nuestra cultura», dice un residente. «Si vienes al país, lo aceptas todo. Cuando vas a la ciudad, tienes que coger lo que hay. No nos hacemos la pregunta de cómo impedir que los coches nos molesten para dormir».

«Hay que defender este patrimonio», dice otro vecino al periodista. «Si no, acabaremos viendo a gente que llega de fuera queriendo rociar las cigarras con insecticida». Y no es broma, esta petición ha surgido en varias ocasiones, en el sureste francés por parte de habitantes que no aprecian el canto del insecto.

«Todos los alcaldes se han enfrentado a esta situación».

Michel Lauzzana, diputado de Lot-et-Garonne y ex alcalde de Bon-encontre, está encantado con la nueva ley. «Es un reconocimiento de lo que realmente es Francia, de todo lo que constituye su pasado», dice. «Todos los alcaldes nos hemos enfrentado a este tipo de situaciones. Un poco de marco en este ámbito no vendrá mal, aunque luego haya que adaptarse a cada circunstancia».

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