DANIEL RIVADEMAR: el fotógrafo de la Patagonia

Imágenes inéditas y vivencias únicas que nos invitan a mirar la Patagonia con otros ojos

Durante más de cuatro décadas, Daniel Rivademar ha recorrido la Patagonia como testigo y cronista visual de su historia natural. A través de más de 120 expediciones y cientos de miles de kilómetros, este fotógrafo documentalista ha capturado no solo la belleza imponente del sur argentino, sino también su transformación silenciosa. Desde glaciares majestuosos hasta tormentas marinas en la Península Valdés, sus imágenes son memoria viva de un territorio que sigue despertando asombro y conciencia.

Colonia de Cormoranes Imperiales. Bahía Bustamante (circa 1991) y Gaviótas en la Antártida. Retratos que capturan la conexión entre naturaleza, territorio y mirada humana comprometida./ Imágenes: Daniel Rivademar

El inicio de una vocación: más allá de la imagen

Daniel Rivademar no se define solo como artista de la imagen, sino como comunicador. Su labor como fotógrafo y videasta especializado en la historia natural de la Patagonia va más allá del arte: es testimonio, archivo y puente entre la naturaleza y las personas. Desde que descubrió la región a los 17 años en una expedición de montañismo, supo que allí comenzaba su camino.

Empezó a fotografiar a los 14, inspirado por figuras como Jacques Cousteau, Francisco Pascasio Moreno y Florentino Ameghino, y encontró en la inmensidad patagónica el escenario perfecto para unir ciencia, exploración y sensibilidad visual. A lo largo de 45 años, ha realizado al menos 120 viajes de producción, recorriendo unos 750.000 kilómetros por tierra, agua y aire. Su archivo reúne imágenes de glaciares, bosques, estepas, cordilleras, fauna marina y paisajes que, en muchos casos, ya no existen como los conoció.

Además de sus publicaciones y libros —como Patagonia. Tierra de Gigantes o Patagonia: The Last Wilderness, en colaboración con científicos y escritores como Alejandro Winograd o Axel Bos—, Rivademar ha trabajado con glaciólogos, baqueanos y naturalistas, integrando ciencia y arte en su proceso de documentación. 

El Monte Fitz Roy, vista aérea desde la cara Norte (circa 1989), crop./ Imagen: Daniel Rivademar
El Monte Fitz Roy, vista aérea desde la cara Norte (circa 1989), crop./ Imagen: Daniel Rivademar

Ver lo invisible: la Patagonia que solo pocos conocen

Daniel Rivademar ha desarrollado una forma única de mirar. No se limita a registrar paisajes; su cámara capta procesos, huellas del tiempo, señales de un entorno que evoluciona. Su archivo no es sólo visual, también es ecológico e histórico: documenta el antes y el después de un territorio que ha sido profundamente transformado.

Lo que hace especial su trabajo es:

  • El compromiso con la verdad del paisaje, reflejando tanto su majestuosidad como su fragilidad.
  • Una metodología artesanal y paciente, basada en el respeto al entorno y al conocimiento local.
  • Colaboraciones con científicos y expertos que enriquecen su mirada documental y dan valor divulgativo a sus imágenes.
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Algunas escenas que ha retratado requieren más que técnica: demandan intuición, resistencia y conexión con la naturaleza. Como la ascensión en solitario para capturar la totalidad del glaciar Perito Moreno desde las alturas, o la lucha contra el viento feroz en Punta Pardelas para registrar una tormenta marina que parecía querer tragarse la costa.

En cada imagen suya, se percibe algo más: una forma de estar en el mundo, consciente y comprometida con la memoria de un lugar extraordinario.

Un arcoíris cerca del glaciar Perito Moreno, provincia de Santa Cruz./ Imagen: Daniel Rivademar
Un arcoíris cerca del glaciar Perito Moreno, provincia de Santa Cruz./ Imagen: Daniel Rivademar

Fotografiar lo que cambia: la Patagonia como espejo del tiempo

Cuando comenzó a recorrer la Patagonia, buena parte de sus caminos eran de tierra. Las comunicaciones eran precarias y las urbes, apenas pueblos. Hoy, medio siglo después, el sur ha cambiado: más habitantes, más carreteras, más impacto humano. Su archivo fotográfico registra ese tránsito silencioso, ese antes y después que sólo quien ha mirado durante tanto tiempo puede narrar con precisión.

“Fui testigo, en ese período, de cambios sorprendentes en diversos lugares”, explica.
“Valles bucólicos antes ocupados por chacras, ahora convertidos en pueblos populosos”.

Las imágenes de Rivademar muestran lo que ya no está, lo que está en riesgo o lo que aún resiste. Pero no lo hacen desde la nostalgia, sino desde la observación lúcida. Son documentos ambientales, con un fuerte contenido emocional, ético y científico.

Dos fotos, dos historias que lo resumen todo

Algunas de sus tomas más impactantes no se lograron por casualidad. Detrás hubo esfuerzo físico, planificación y una voluntad firme de estar allí cuando nadie más se atrevía.

El glaciar Perito Moreno desde las alturas
Había visto una imagen aérea del glaciar realizada por el glaciólogo Pedro Skvarca. Quiso replicarla, sabiendo que eso implicaba subir solo una montaña difícil, sin senderos visibles, entre arbustos espinosos y bajo la tensión constante de un posible encuentro con pumas. Avisó a Parques Nacionales por precaución, y comenzó el ascenso.

“Durante la subida me acosaba la idea de encontrarme con pumas”, recuerda.
“Pero una vez comencé a fotografiar, mis temores desaparecieron”.

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Desde lo alto, captó toda la dimensión del glaciar, desde su zona de acumulación en el Campo de Hielo Continental hasta la ablación en el lago Argentino. Una imagen que no solo impresiona por su belleza, sino por lo que representa: el ciclo del agua, la memoria del hielo.

El glaciar Moreno, vista aérea, crop./ Imagen: Daniel Rivademar
El glaciar Moreno, vista aérea, crop./ Imagen: Daniel Rivademar

Tempestad marina en Punta Pardelas
Otro día, en la Península Valdés, las ráfagas de viento superaban los 90 km/h. Las condiciones eran extremas, inadecuadas para salir a fotografiar. Pero Daniel y su compañero Axel Bos decidieron arriesgarse. Al llegar a Punta Pardelas, el mar estaba completamente desatado.

“El viento era tal que era preciso sostener fuertemente el trípode con una mano”, cuenta.
“De otro modo, la cámara y el trípode habrían volado”.

Lo que captó fue un instante violento y sublime: agua, cielo y viento en lucha. Un momento que no se repite y que exige más que técnica: pide intuición, respeto por la escena y una entrega total al entorno.

Tempestad de viento del Oeste en Punta Pardelas, crop./ Imagen: Daniel Rivademar
Tempestad de viento del Oeste en Punta Pardelas, crop./ Imagen: Daniel Rivademar

El viaje continúa: proyectos que siguen conectando

Aunque su archivo fotográfico ya es un legado en sí mismo, Daniel Rivademar no ha detenido su camino. Hace unos 20 años, al quedar fascinado por las posibilidades del video en alta definición, decidió sumar el movimiento y el sonido a sus relatos visuales. Desde entonces, ha trabajado en la creación de materiales audiovisuales que expanden su mensaje hacia nuevas audiencias.

Actualmente, prepara dos proyectos clave:

  • Una película documental sobre el ciclo del agua en la Patagonia, desde los glaciares de la cordillera andina hasta el mar. Un viaje visual y narrativo que revelará el vínculo entre el paisaje y los procesos vitales que lo sostienen.
  • Un e-book complementario y una página web, que abordarán ese mismo ciclo con fotografías, textos, mapas y vídeos, pensados para divulgación ambiental y educativa.

Con estos proyectos, Rivademar busca seguir cumpliendo el rol que más lo define: ser embajador entre la Naturaleza y las personas. Su lente no solo capta el paisaje; también inspira a preservarlo.

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